jueves, 25 de marzo de 2010
MONTAÑITA -versión achechada-
La última vez que estuve frente a una computadora escribiendo algo que no terminara en correspondencia para amigos y familia, tenía puesto un pantalón largo, polainas, remeras y un pólar (no sé si guantes). Una de la mañana en Montañita, Ecuador; muero atravezada en una cama de dos plazas sobre una sábana que hace días pide a gritos un jabón. La ventana, abierta al oeste, ventilador oxidado superlativamente a máxima velocidad, pero sin ruidos. Japón no es lo mismo que Taiwán.
Ayer me iba, hoy me iba y mañana me voy en teoría, pero la partida la demoró un día más. Amor-odio me genera este pueblo, como toda persona a la que se quiere sinceramente.
Llevamos un mes en la costa pacífica. Nació el primer parche digno; aprendimos a conjugar un nuevo verbo: yo parcho, tú parchas; vivimos en nuestra primera casa, la primera porpia de nuestras vidas. La mantuvimos, la decoramos, la llenamos de Dogui y Checha: la foto del Río de la plata de la Pitu; la luz para andar y andar de Santi; los totorales, un cielo de México y unas cañas del Tigre de Max y Moi (que debe tener una panza hermosa!); la carta de Fla. Anita y Lucía regalando las miradas y sonrisas más lindas para que uno encare el día con los pies requete vivos. La imagen de Diana, la primera que colgué, que me recuerda todos los días que "nada es lejos". El mandala en la ventana tranquilizando nuestras cabezas, hecho con amor por nuestros hermanos chilenos, Hans y Danilo, esos que hicieron que me muera de ganas por conocer su país. La wipala y la cocina escondiéndose detrás, el mosquitero que jamás usamos, el té que compré y que nunca se movió del estante, la miel artificial y la yerba que es la única que baja y me asusta.
Montaña, Montañita es sol, lluvia con colores impensados, costa y monte, barro y mierda, los mejores atardeceres. Es el amor falso, extraño, insólito; es la música, el pan de sal, los grillos. El barrio los tigrillos, cantalarrana, la santa terracinha, caña grill (?), la rifa, la esquina de los "parce 24", su menucito, su cigarrillito, las empanadas de viento que te hacen un huracán en el hígado, los bolos (o marcianos o naranjú): el 90 porciento de los artesanos pasándose al gremio gastronómico.
Montaña es otra vida dentro de todas las que vamos teniendo, cada paso es una vida nueva, un volver a moverse, a conocer, a preguntar, a mirar: a cada paso cambio.
Los amigos nuevos, los que quedan, Marcelita, Diego, Pri, Les, Jere, Los motoqueros, Alvarito, Anita, Mora, Hans, Danilo, Jony, Casi gol, Rodrigo, Gala, todos (porque es muy probable que me esté olvidando de alguien). Los parceros quemados, re quemados, los parceros respnsables, los parceros chamulleros, los pareceros borrachos. Las doñas que me hicieron 200 jugos de maracuyá con descuentos, las tostadas de queso, aguacate y cebolla, las hambuguesas bajoneras, el tampix (tampico) de toronja.
La gente que aparece tarde, cuando uno ya está partiendo, pero es esa gente con la que te gustaría quedarte una vida compatiendo una mesa; las historias de Viejo, la compañía de Abel.
Esto es Montaña, esto es mi último día.
martes, 16 de marzo de 2010
POR FIN PACIFICO SUR
Montaña, Montañita
te pienso llegar desde lejos
y te explota el mar
Los amores van y vienen
y se enriedan y se alejan
lo puedo sentir
Y te robo el mar
me lo llevo atravezado acá en el pecho
pacificamente azul
La mañana que se pierde
entre recuerdo de tiempos
mucho mas allá
Paracaidistas desde los balcones
los domingos después del postre
que aunque quiera ya no hay mas
Y me voy al mar
a flotar hasta que el viento me deje quieto
pacificamente sur
Montaña, Montañita
la tarde se cae en tu cielo...
Montañita - Ecuador
te pienso llegar desde lejos
y te explota el mar
Los amores van y vienen
y se enriedan y se alejan
lo puedo sentir
Y te robo el mar
me lo llevo atravezado acá en el pecho
pacificamente azul
La mañana que se pierde
entre recuerdo de tiempos
mucho mas allá
Paracaidistas desde los balcones
los domingos después del postre
que aunque quiera ya no hay mas
Y me voy al mar
a flotar hasta que el viento me deje quieto
pacificamente sur
Montaña, Montañita
la tarde se cae en tu cielo...
Montañita - Ecuador
lunes, 1 de febrero de 2010
RESUMEN BOLIVIANO
De Copacabana hasta acá...
La ultima noche antes de cruzar a la isla de sol fue bien fría. Unas birras al costado del lago con Tata, Mili, Fafa y Rochi y a subir cuesta arriba. El encuentro con las cordobesas de Uyuni, la fiesta en la calle, los porros, los milicos tomando vino en cartón, cantando guantanamera entre la gente feliz. Volver a dormir sin despertar a nadie.
Desayuno y a esperar la lancha. Sol rabioso de mediodía, empanadas de queso y algún himito girando. La amistad con los mendocinos. Cruzar el lago tejiendo bajo la lluvia, viento frio. El encuentro con los tres hermanos otra vez, Agustin, Martin y Pablo (no estoy seguro de los nombres). Arroz para once en la parte sur de la isla, antes fútbol en la altura, todo el cielo de tribuna. Los pulmones no funcionan allá arriba.
La caminata hermosa desde el sur de la isla hasta el norte. Fumar en la punta de la montaña con los ojos fijos en Puno, en las puntas nevadas. La siesta al costado de las ruinas después del encuentro con Checha en el desvio hacía el pueblo. Ver desde arriba la playa, los perscadores, sus velas de colores, las carpas. El horno a leña, el fuego en los muelles, el vino, la lluvia y la oscuridad. Mili guía en la oscuridad.
Despedirse de las chicas (Mili, Fafa, Rochi) en los muelles. La lancha se va.
El reencuentro con los hermanos, esta vez eran dos. La amistad uruguaya, las canciones de Jaime, las murgas, los candombes. Algunas melodías de Charly también. La terraza y el vino mata frio intenso.
Otra vez a tejer en la lancha, coser agujeros. Vuelta Copacabana. El reencuentro con Nahuel, cafesito y la vuelta a La Paz. Unas fotos desde el bondi que viajaron como postal a Buenos Aires.
La Paz, magica, Javi Y Diejo y su amistad desde Chile, los brasileros y el japones. Noches de acá para allá. Viernes fiesta reggae. Martin, Juli, Javi, Diego y la tropa brasilera. Los tambores de Coroico en la noche paceña. El bajon (hamburguesita) de madrugada en las calles de la paz.
La despedida de Checha en la terminal, su sonrisa desde el ultimo asiento del bondi.
Coroico, humedad, selva y montaña. Nubes bajas, estrellas, mariposas gigantes. El mirador y los mates. La guitarra, mi primer canción del viaje. Bruno y Ceci de Rosario, las cascadas y el jugo de los nisperos caminando la ruta. La noche en la plaza entre amigos, la amistad desde Salvador de Bahía y sus hermosas canciones del brazil, su pandeiro que suena a murga completa.
La paz, escala Tiwanaku. El reencuentro con Lucas en Villa Fatima, su amistad. El bondi hasta el cementerio escuchando "garganta con arena" desde la radio.
La llegada a Tiwanaku, la caminata desde la ruta, el problema de donde pasar la noche, los chicos del camping y su amistad. La oferta de lugar en sus carpas. El mochilero fue el lugar donde nos recibieron, donde por fin con Tata pudimos bajar las mochilas. El singani con Nati, Maxi y Santiago, las canciones de Hermetica. Maxi y los secretos que me enseño sobre los hilos. La guitarreada hasta la plaza, los milicos aplaudiendo nuestra versión de "Gente que no". La entrevista para la tele, los 5 borrachos (Maxi, Nati, Santiago, Tata y yo) y su canción para la TV boliviana. Desayuno: Sandwich de huevo frito y tomate.
El fogon en el camping, el decano de la universidad de Cordoba compartiendo ron y conocimientos. La Chajana, constelación que rige a la cultura Aymara.
La posesión de Evo, el cariño por la tierra, la solidaridad de la gente y sus hermosas ropas de colores, los bailes, los tambores, los pututus y quenas. Las Wiphalas flameando, los pueblos originarios de todo el mundo, las lagrimas en los ojos.
El robo de la billetera del Tata. La vuelta a La Paz con Maxi, Nati y Tata, el carretero a buscar humo y el mirador de noche, la Paz y sus cerros estrellados. Las piezas en la calle Max Paredes.
Tata y su vuelta a Buenos Aires, mi travesia hasta la Higuera.
La noche camino a Cochabamba, la mañana lluviosa y tener que salir a Santa Cruz, ciudad hostil, grande y chata. El Chaparé, Chimoré y sus chicos envueltos en moscas, el calor insoportable. La explosión en el micro, la rueda desbaratada.
Huir de Santa Cruz, correr el ultimo colectivo a Valle Grande ya en marcha. Dos paquetes de galletitas a la tarde, una hamburguesita de noche en Samaipata. Valle Grande 2 a.m. Solo queria una cama despues de 25 horas de colectivos.
La mañana violenta, temprana, averiguar dos o tres cosas y salir a buscar un camión. El viaje hasta la Higuera rodeado de su gente, de bolsones con mercaderia, de bidones de nafta y bolsas de arpillera. Algún colchón también. Los recuerdos del Ché. La parada en Pucará para cargar 600 eucaliptos en un vivero. Bajar 200 cerca de la entrada a la Quebrada del Churo. Las montañas, la ruta de tierra, el camión a los saltos, las nubes sobre las montañas mas lejanas que traen lluvia. La gelatina que me regalo una señora que durmió de los brazos del comandante argentino-cubano. La Higuera desde arriba y desde abajo. El pañuelo de las madres, el angel de la bicicleta, la esperanza en las paredes. Oscar y su familia, la tristemente celebre escuelita, mi intento fallido de llegar a la quebrada del Churo, la noche que llegó despacio mientras cantabamos en la calle. Un aleman en moto y yo, unicos dos forasteros.
Noche tranquila, sueño liviano.
El desayuno con Doña Irma y sus historias sobre los tiempos de revolución fallida. Oscar, mi guía hasta la quebrada, abriendo camino a machete en el mismo lugar donde la guerrilla pierde su primer batalla. La quebrada, un par de higos frescos de los arboles para encarar la subida. Selva, monte denso. La despedida de la gente de la Higuera, me guardo todo su cariño.
Un auto a la distancia, los italianos que me dejan viajar en su taxi hasta Valle Grande. El pueblo y su aniversariom el vino y la musica en las calles. La lavandería en el hospital y el reencuentro con los ojos duros del Ché en ese mismo lugar hace 41 años. Mi firma en la pared y los micros. Valle Grande a Cochabamba y mi vuelta a La Paz. La lluvia y otra vez al cementerio para viajar a Sorata. Que merece un capitulo aparte.
La Paz, Bolivia .-
La ultima noche antes de cruzar a la isla de sol fue bien fría. Unas birras al costado del lago con Tata, Mili, Fafa y Rochi y a subir cuesta arriba. El encuentro con las cordobesas de Uyuni, la fiesta en la calle, los porros, los milicos tomando vino en cartón, cantando guantanamera entre la gente feliz. Volver a dormir sin despertar a nadie.
Desayuno y a esperar la lancha. Sol rabioso de mediodía, empanadas de queso y algún himito girando. La amistad con los mendocinos. Cruzar el lago tejiendo bajo la lluvia, viento frio. El encuentro con los tres hermanos otra vez, Agustin, Martin y Pablo (no estoy seguro de los nombres). Arroz para once en la parte sur de la isla, antes fútbol en la altura, todo el cielo de tribuna. Los pulmones no funcionan allá arriba.
La caminata hermosa desde el sur de la isla hasta el norte. Fumar en la punta de la montaña con los ojos fijos en Puno, en las puntas nevadas. La siesta al costado de las ruinas después del encuentro con Checha en el desvio hacía el pueblo. Ver desde arriba la playa, los perscadores, sus velas de colores, las carpas. El horno a leña, el fuego en los muelles, el vino, la lluvia y la oscuridad. Mili guía en la oscuridad.
Despedirse de las chicas (Mili, Fafa, Rochi) en los muelles. La lancha se va.
El reencuentro con los hermanos, esta vez eran dos. La amistad uruguaya, las canciones de Jaime, las murgas, los candombes. Algunas melodías de Charly también. La terraza y el vino mata frio intenso.
Otra vez a tejer en la lancha, coser agujeros. Vuelta Copacabana. El reencuentro con Nahuel, cafesito y la vuelta a La Paz. Unas fotos desde el bondi que viajaron como postal a Buenos Aires.
La Paz, magica, Javi Y Diejo y su amistad desde Chile, los brasileros y el japones. Noches de acá para allá. Viernes fiesta reggae. Martin, Juli, Javi, Diego y la tropa brasilera. Los tambores de Coroico en la noche paceña. El bajon (hamburguesita) de madrugada en las calles de la paz.
La despedida de Checha en la terminal, su sonrisa desde el ultimo asiento del bondi.
Coroico, humedad, selva y montaña. Nubes bajas, estrellas, mariposas gigantes. El mirador y los mates. La guitarra, mi primer canción del viaje. Bruno y Ceci de Rosario, las cascadas y el jugo de los nisperos caminando la ruta. La noche en la plaza entre amigos, la amistad desde Salvador de Bahía y sus hermosas canciones del brazil, su pandeiro que suena a murga completa.
La paz, escala Tiwanaku. El reencuentro con Lucas en Villa Fatima, su amistad. El bondi hasta el cementerio escuchando "garganta con arena" desde la radio.
La llegada a Tiwanaku, la caminata desde la ruta, el problema de donde pasar la noche, los chicos del camping y su amistad. La oferta de lugar en sus carpas. El mochilero fue el lugar donde nos recibieron, donde por fin con Tata pudimos bajar las mochilas. El singani con Nati, Maxi y Santiago, las canciones de Hermetica. Maxi y los secretos que me enseño sobre los hilos. La guitarreada hasta la plaza, los milicos aplaudiendo nuestra versión de "Gente que no". La entrevista para la tele, los 5 borrachos (Maxi, Nati, Santiago, Tata y yo) y su canción para la TV boliviana. Desayuno: Sandwich de huevo frito y tomate.
El fogon en el camping, el decano de la universidad de Cordoba compartiendo ron y conocimientos. La Chajana, constelación que rige a la cultura Aymara.
La posesión de Evo, el cariño por la tierra, la solidaridad de la gente y sus hermosas ropas de colores, los bailes, los tambores, los pututus y quenas. Las Wiphalas flameando, los pueblos originarios de todo el mundo, las lagrimas en los ojos.
El robo de la billetera del Tata. La vuelta a La Paz con Maxi, Nati y Tata, el carretero a buscar humo y el mirador de noche, la Paz y sus cerros estrellados. Las piezas en la calle Max Paredes.
Tata y su vuelta a Buenos Aires, mi travesia hasta la Higuera.
La noche camino a Cochabamba, la mañana lluviosa y tener que salir a Santa Cruz, ciudad hostil, grande y chata. El Chaparé, Chimoré y sus chicos envueltos en moscas, el calor insoportable. La explosión en el micro, la rueda desbaratada.
Huir de Santa Cruz, correr el ultimo colectivo a Valle Grande ya en marcha. Dos paquetes de galletitas a la tarde, una hamburguesita de noche en Samaipata. Valle Grande 2 a.m. Solo queria una cama despues de 25 horas de colectivos.
La mañana violenta, temprana, averiguar dos o tres cosas y salir a buscar un camión. El viaje hasta la Higuera rodeado de su gente, de bolsones con mercaderia, de bidones de nafta y bolsas de arpillera. Algún colchón también. Los recuerdos del Ché. La parada en Pucará para cargar 600 eucaliptos en un vivero. Bajar 200 cerca de la entrada a la Quebrada del Churo. Las montañas, la ruta de tierra, el camión a los saltos, las nubes sobre las montañas mas lejanas que traen lluvia. La gelatina que me regalo una señora que durmió de los brazos del comandante argentino-cubano. La Higuera desde arriba y desde abajo. El pañuelo de las madres, el angel de la bicicleta, la esperanza en las paredes. Oscar y su familia, la tristemente celebre escuelita, mi intento fallido de llegar a la quebrada del Churo, la noche que llegó despacio mientras cantabamos en la calle. Un aleman en moto y yo, unicos dos forasteros.
Noche tranquila, sueño liviano.
El desayuno con Doña Irma y sus historias sobre los tiempos de revolución fallida. Oscar, mi guía hasta la quebrada, abriendo camino a machete en el mismo lugar donde la guerrilla pierde su primer batalla. La quebrada, un par de higos frescos de los arboles para encarar la subida. Selva, monte denso. La despedida de la gente de la Higuera, me guardo todo su cariño.
Un auto a la distancia, los italianos que me dejan viajar en su taxi hasta Valle Grande. El pueblo y su aniversariom el vino y la musica en las calles. La lavandería en el hospital y el reencuentro con los ojos duros del Ché en ese mismo lugar hace 41 años. Mi firma en la pared y los micros. Valle Grande a Cochabamba y mi vuelta a La Paz. La lluvia y otra vez al cementerio para viajar a Sorata. Que merece un capitulo aparte.
La Paz, Bolivia .-
lunes, 18 de enero de 2010
DESDE EL MIRADOR
Luna fina de Coroico
hoy te vengo a enamorar
a ver si estoy entre nubes en la selva trópical
a ver si encuentro correo que te quiero saludar
Luna fina de Coroico
hoy me vuelvo por acá
que me encuentro acá en las yungas si me quieres visitar
Y hoy me cuesta organizar lo que me pasa
me parece que esta vez la ruta
me eligio Coroico como casa
Luna fina de Coroico
hoy que extraño vuelvo acá
pienso en la gente que quiero
que me piensa desde allá
Coroico, Bolivia -
hoy te vengo a enamorar
a ver si estoy entre nubes en la selva trópical
a ver si encuentro correo que te quiero saludar
Luna fina de Coroico
hoy me vuelvo por acá
que me encuentro acá en las yungas si me quieres visitar
Y hoy me cuesta organizar lo que me pasa
me parece que esta vez la ruta
me eligio Coroico como casa
Luna fina de Coroico
hoy que extraño vuelvo acá
pienso en la gente que quiero
que me piensa desde allá
Coroico, Bolivia -
viernes, 8 de enero de 2010
UN PO' DE TO'
Pasaron ocho días de este nuevo año y nos encontramos en Copacabana, ciudad orillera del Titicaca. La emoción es fuerte, volver a ver un lago significa mucho, se ve que somos gente de agua y verlo asomarse al costado de la ruta nos provocó una alegría inmensa. Queda algo atrás el terreno árido y marrón y ahora explotan los azules y verdes.
Para llegar a Copa tuvimos que dejar Purmamarca, Tilcara, Humahuca, La Quiaca, Villazón, Uyuni, La Paz. Lugares, todos, donde por una razón u otra nuestras vidas cambiaron un poco.
Purmamarca y la sorpresa al darse cuenta de que la memoria es algo invaluable y que la mente de un chico es capaz de guardar quinientas imagenes; llegar y ver el ya trilladísimo Cerro de los siete colores me devolvió el reflejo de Checha a los 5 años, mirando desorbitada esa paleta gigante y extraterrestre. Purmamarca: el mejor queso de cabra por 5 pesos.
Humahuaca, el pueblo que creció sin que nos diéramos cuenta, el empedrado matador, los albañiles que no paran de construir y la primera correspondencia de Guido para Anita, su hermana. Humahuaca: el mate de palo santo que duró dos días.
Tilcara, la casa, la familia, la sonrisa pegada en la cara todas las mañanas. La noche, la salta negra, los amigos que cargaremos en la mochila de ahora en más, para siempre. Ale y Diana, nuestros anfitriones; Nacho mi nuevo bluesman preferido y amigo; las pibas de Guido (como yo les digo con cariño) Fafa, Mili y Rochi, unas copadas; Juan Pablo, "El guía", la voz más grave y hermosa qye haya escuchado; los uruguayos, los platences, el gato alien, las danesas aliens; y Tato, el rayo, mi sonrisa interna. Tilcara: el amor.
La Quiaca, la transición, el paso. Frontera, y calor, y desorden, y concer al cordobéz, a la catamarqueña y a la rosarina; Argentina unita al borde de Bolivia. La Quiaca: nadie sabe por qué se declara una cámara.
Villazón, el otro lado, el otro caos, el otro desorden, la otra sed. La sed verdadera, flaco, y ni un boliviano en el bolsillo. La espera. La búsqueda complicada de boletos a Uyuni. Villazón: el pollo con arroz, y ensalada, y fideos, y papas fritas.
Uyuni, llegamos vivos, con alegría y con un asombro particular. La ruta de diez horas, de 200 kilómetros con paisajes de otro planeta, con piedras colosales, montañas, valles, ponchos, horizontes demasiado lejanos, baches, TODOS los baches... qué baches si no hay asfalto, diez horas de ripio, con el temblor incorporado al cuerpo, con la tierra, el frío, y la nostalgia más grande que sentí hasta el momento. Salar de la puta madre (no hay otra cosa para decir), pueblo fantasmagórico de noche y el reencuentro con René, los uruguayos, las danesas. Uyuni: el bar al paso donde escuchábamos a toda hora a zeppelin, sumo, los redondos, los doors, peter tosh, manu chao, gilberto gil (gilberto gil!).
La Paz, la ciudad caótica, las bocinas, los choques, los 20 puestos de comida por cuadra. La desesperación y la locura al llegar, el desorden total, masivo; el malhumor establecido. Ciudad, ¿quién quiere una ciudad? Hasta que me amigué, y la descubrí, y la quise. La Paz es linda, te come, pero gusta. Mercados, comida, buses, los colectivos más lindos del mundo (me atrevo a decirlo), la panzada más grande de cables que me di en la vida, no se puede creer la cantidad de ellos que hay colgando por todos lados, impresionante. La plaza, las nenas dándole de comer a la palomas. Los policías armados hasta los dientes pero de lo más amables. Las empanadas de queso, el colombiano de Jaén, los uruguayos otra vez, el milkshake de Dogui, el humo. La Paz: El caos.
Copacabana, acá estoy. Son las diez de la mañana, Guido duerme. Estoy hace rato, internet es fuckin caro. Me voy por unos mates. Copacabana: el reencuentro del Burrito en Bolivia de la mano de un Flor de Caña.
Copacabana, Bolivia.-
Para llegar a Copa tuvimos que dejar Purmamarca, Tilcara, Humahuca, La Quiaca, Villazón, Uyuni, La Paz. Lugares, todos, donde por una razón u otra nuestras vidas cambiaron un poco.
Purmamarca y la sorpresa al darse cuenta de que la memoria es algo invaluable y que la mente de un chico es capaz de guardar quinientas imagenes; llegar y ver el ya trilladísimo Cerro de los siete colores me devolvió el reflejo de Checha a los 5 años, mirando desorbitada esa paleta gigante y extraterrestre. Purmamarca: el mejor queso de cabra por 5 pesos.
Humahuaca, el pueblo que creció sin que nos diéramos cuenta, el empedrado matador, los albañiles que no paran de construir y la primera correspondencia de Guido para Anita, su hermana. Humahuaca: el mate de palo santo que duró dos días.
Tilcara, la casa, la familia, la sonrisa pegada en la cara todas las mañanas. La noche, la salta negra, los amigos que cargaremos en la mochila de ahora en más, para siempre. Ale y Diana, nuestros anfitriones; Nacho mi nuevo bluesman preferido y amigo; las pibas de Guido (como yo les digo con cariño) Fafa, Mili y Rochi, unas copadas; Juan Pablo, "El guía", la voz más grave y hermosa qye haya escuchado; los uruguayos, los platences, el gato alien, las danesas aliens; y Tato, el rayo, mi sonrisa interna. Tilcara: el amor.
La Quiaca, la transición, el paso. Frontera, y calor, y desorden, y concer al cordobéz, a la catamarqueña y a la rosarina; Argentina unita al borde de Bolivia. La Quiaca: nadie sabe por qué se declara una cámara.
Villazón, el otro lado, el otro caos, el otro desorden, la otra sed. La sed verdadera, flaco, y ni un boliviano en el bolsillo. La espera. La búsqueda complicada de boletos a Uyuni. Villazón: el pollo con arroz, y ensalada, y fideos, y papas fritas.
Uyuni, llegamos vivos, con alegría y con un asombro particular. La ruta de diez horas, de 200 kilómetros con paisajes de otro planeta, con piedras colosales, montañas, valles, ponchos, horizontes demasiado lejanos, baches, TODOS los baches... qué baches si no hay asfalto, diez horas de ripio, con el temblor incorporado al cuerpo, con la tierra, el frío, y la nostalgia más grande que sentí hasta el momento. Salar de la puta madre (no hay otra cosa para decir), pueblo fantasmagórico de noche y el reencuentro con René, los uruguayos, las danesas. Uyuni: el bar al paso donde escuchábamos a toda hora a zeppelin, sumo, los redondos, los doors, peter tosh, manu chao, gilberto gil (gilberto gil!).
La Paz, la ciudad caótica, las bocinas, los choques, los 20 puestos de comida por cuadra. La desesperación y la locura al llegar, el desorden total, masivo; el malhumor establecido. Ciudad, ¿quién quiere una ciudad? Hasta que me amigué, y la descubrí, y la quise. La Paz es linda, te come, pero gusta. Mercados, comida, buses, los colectivos más lindos del mundo (me atrevo a decirlo), la panzada más grande de cables que me di en la vida, no se puede creer la cantidad de ellos que hay colgando por todos lados, impresionante. La plaza, las nenas dándole de comer a la palomas. Los policías armados hasta los dientes pero de lo más amables. Las empanadas de queso, el colombiano de Jaén, los uruguayos otra vez, el milkshake de Dogui, el humo. La Paz: El caos.
Copacabana, acá estoy. Son las diez de la mañana, Guido duerme. Estoy hace rato, internet es fuckin caro. Me voy por unos mates. Copacabana: el reencuentro del Burrito en Bolivia de la mano de un Flor de Caña.
Copacabana, Bolivia.-
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