miércoles, 4 de abril de 2012

Un miércoles en Río Cuarto

Ni una sola foto. Ni siquiera una pésima postal del puente y su río tímido y de cauce seco; nada, ni una sola foto.
Miro hacia arriba; por lo general mirar hacia arriba implica la acción implícita de observar el cielo, de noche, siempre, desde ya. Estoy sentada en un tronco, al borde de un cuadrado de dos por dos de pasto; acá le decimos "pasto", el césped es eso que a uno le prohiben pisar sea cual fuera el lugar donde se encuentre.
Miro hacia arriba y ahí está el cielo de las ocho y media con tres o cinco estrellas que buscan hacerse un hueco entre las antenas y el contorno, duras líneas de otros edificios bajos.
El cielo de las ocho y media se ve lejano, como casi todo cielo visto desde el pulmón de un edificio; no me molesta, es más, sospecho que tiene un atractivo diferente este cielo de ciudad.
Me encienden la luz del patio y no consigo verlo como me gusta. Dejo de escribir y espero que suene el teléfono.

Río Cuarto, Córdoba, Argentina.

viernes, 13 de mayo de 2011

Hoy debe ser seis

Sale en sol, naranja furioso, detrás del monte. Hay como una bruma, algo de humo que funde los colores y la vibración de luz. Quisiera que haya algo de rocío, helada, algo propio de las madrugadas; encambio vuelan en círculo atolondrado miles de mosquitos que buscan escaparle al día que asoma, como yo, que sabiendo lo inútil, camino por el Tigrillo esperando escuchar a alguien silbando.

Montañita, Ecuador.-

domingo, 10 de abril de 2011

Busco al fondo de la calle un cerro

Mil mariposas
de abril en el Chaquiñán
cuidan el camino.
Oh, domingo. Lluvia, siempre más lluvia y más agua sobre el valle.
Ventana gris y café caliente antes de arrancar con el mate fraccionado de los viajes mientras me escribo con los amigos de Argentina. Busco música en la computadora de Mariana. Encuentro una canción de Dylan que no me alcanza pero que sabe acompañar como ninguna una tarde como la de hoy. Veo a Liliana Herrero para mi sorpresa y su disco empieza a sonar veloz, pasa rápido comiéndose el tiempo; la zamba y la voz se desgarran hacia el final como en las despedidas, "Argamonte por el monte, pasa despacio a caballo, los lazos de su memoria, al aire van cuatrereando..."
Y sigo buscando para ver con qué puedo seguir despejando esta tarde dominguera sin siesta y me vuelvo loca de asombro al ver una docena de canciones de una agrupación desconocida de Argentina que conocí una noche fresquita de enero en la quebrada el año pasado. Sucedió en una peña a orillas del Río Grande en Tilcara; lugar donde escuché sus melodías y me enamoré; lugar donde el vino barato tiene otro sabor; lugar donde la naturaleza nos mata de susto sin sospechar y llena un cauce en segundos, arrastrando vida muerta monte abajo.
Me llevé un disco para no olvidar o para ayudar a recordar.
Viajé a un norte más norte, decenas de rutas y caminos me fueron separando cada vez más de aquella noche, de aquella creciente. Un día, hace casi un año llegué a Ecuador y puse toda esa música en la computadora de mi hermana para compartirla, para no guardármela, para enamorar a otra gente.
El año siguió su curso y salí del trópico; volví a caminar por Perú, a andar en bus por Bolivia hasta llegar nuevamente a Tilcara, donde viví unos meses antes de decidir volver a la ciudad.
Al regresar a Buenos Aires, quise escuchar esas canciones viajeras, itinerantes en otra tarde gris y húmeda, pero el disco no había tolerado tantos kilómetros de tierra, una línea lo quebraba por completo. Lo perdí, las perdí para siempre; no tenía manera de recuperarlo ni de conseguir otro que lo reemplazara.
El viernes pasado volví a tierras ecuatorianas, y hoy, este domingo me trae recuerdos, sombras de otro tiempo. Ahora sí, mientras chupo unos mates, escucho "mi mula está cansada, ya no puede caminar, a mí me mueven tus besos que sé me han de esperar", ritmo, cancioncita boliviana con charangos suaves, huayno hermoso, hermano de cordillera en el valle de Cumabayá.

jueves, 25 de marzo de 2010

MONTAÑITA -versión achechada-





La última vez que estuve frente a una computadora escribiendo algo que no terminara en correspondencia para amigos y familia, tenía puesto un pantalón largo, polainas, remeras y un pólar (no sé si guantes). Una de la mañana en Montañita, Ecuador; muero atravezada en una cama de dos plazas sobre una sábana que hace días pide a gritos un jabón. La ventana, abierta al oeste, ventilador oxidado superlativamente a máxima velocidad, pero sin ruidos. Japón no es lo mismo que Taiwán.
Ayer me iba, hoy me iba y mañana me voy en teoría, pero la partida la demoró un día más. Amor-odio me genera este pueblo, como toda persona a la que se quiere sinceramente.
Llevamos un mes en la costa pacífica. Nació el primer parche digno; aprendimos a conjugar un nuevo verbo: yo parcho, tú parchas; vivimos en nuestra primera casa, la primera porpia de nuestras vidas. La mantuvimos, la decoramos, la llenamos de Dogui y Checha: la foto del Río de la plata de la Pitu; la luz para andar y andar de Santi; los totorales, un cielo de México y unas cañas del Tigre de Max y Moi (que debe tener una panza hermosa!); la carta de Fla. Anita y Lucía regalando las miradas y sonrisas más lindas para que uno encare el día con los pies requete vivos. La imagen de Diana, la primera que colgué, que me recuerda todos los días que "nada es lejos". El mandala en la ventana tranquilizando nuestras cabezas, hecho con amor por nuestros hermanos chilenos, Hans y Danilo, esos que hicieron que me muera de ganas por conocer su país. La wipala y la cocina escondiéndose detrás, el mosquitero que jamás usamos, el té que compré y que nunca se movió del estante, la miel artificial y la yerba que es la única que baja y me asusta.
Montaña, Montañita es sol, lluvia con colores impensados, costa y monte, barro y mierda, los mejores atardeceres. Es el amor falso, extraño, insólito; es la música, el pan de sal, los grillos. El barrio los tigrillos, cantalarrana, la santa terracinha, caña grill (?), la rifa, la esquina de los "parce 24", su menucito, su cigarrillito, las empanadas de viento que te hacen un huracán en el hígado, los bolos (o marcianos o naranjú): el 90 porciento de los artesanos pasándose al gremio gastronómico.
Montaña es otra vida dentro de todas las que vamos teniendo, cada paso es una vida nueva, un volver a moverse, a conocer, a preguntar, a mirar: a cada paso cambio.
Los amigos nuevos, los que quedan, Marcelita, Diego, Pri, Les, Jere, Los motoqueros, Alvarito, Anita, Mora, Hans, Danilo, Jony, Casi gol, Rodrigo, Gala, todos (porque es muy probable que me esté olvidando de alguien). Los parceros quemados, re quemados, los parceros respnsables, los parceros chamulleros, los pareceros borrachos. Las doñas que me hicieron 200 jugos de maracuyá con descuentos, las tostadas de queso, aguacate y cebolla, las hambuguesas bajoneras, el tampix (tampico) de toronja.
La gente que aparece tarde, cuando uno ya está partiendo, pero es esa gente con la que te gustaría quedarte una vida compatiendo una mesa; las historias de Viejo, la compañía de Abel.
Esto es Montaña, esto es mi último día.

UN PERÚ









YA ME VOY PARA BOLIVIA


TILCARA, TILCARA








martes, 16 de marzo de 2010

POR FIN PACIFICO SUR

Montaña, Montañita
te pienso llegar desde lejos
y te explota el mar

Los amores van y vienen
y se enriedan y se alejan
lo puedo sentir

Y te robo el mar
me lo llevo atravezado acá en el pecho
pacificamente azul

La mañana que se pierde
entre recuerdo de tiempos
mucho mas allá

Paracaidistas desde los balcones
los domingos después del postre
que aunque quiera ya no hay mas

Y me voy al mar
a flotar hasta que el viento me deje quieto
pacificamente sur

Montaña, Montañita
la tarde se cae en tu cielo...

Montañita - Ecuador

lunes, 1 de febrero de 2010

RESUMEN BOLIVIANO

De Copacabana hasta acá...

La ultima noche antes de cruzar a la isla de sol fue bien fría. Unas birras al costado del lago con Tata, Mili, Fafa y Rochi y a subir cuesta arriba. El encuentro con las cordobesas de Uyuni, la fiesta en la calle, los porros, los milicos tomando vino en cartón, cantando guantanamera entre la gente feliz. Volver a dormir sin despertar a nadie.
Desayuno y a esperar la lancha. Sol rabioso de mediodía, empanadas de queso y algún himito girando. La amistad con los mendocinos. Cruzar el lago tejiendo bajo la lluvia, viento frio. El encuentro con los tres hermanos otra vez, Agustin, Martin y Pablo (no estoy seguro de los nombres). Arroz para once en la parte sur de la isla, antes fútbol en la altura, todo el cielo de tribuna. Los pulmones no funcionan allá arriba.
La caminata hermosa desde el sur de la isla hasta el norte. Fumar en la punta de la montaña con los ojos fijos en Puno, en las puntas nevadas. La siesta al costado de las ruinas después del encuentro con Checha en el desvio hacía el pueblo. Ver desde arriba la playa, los perscadores, sus velas de colores, las carpas. El horno a leña, el fuego en los muelles, el vino, la lluvia y la oscuridad. Mili guía en la oscuridad.
Despedirse de las chicas (Mili, Fafa, Rochi) en los muelles. La lancha se va.
El reencuentro con los hermanos, esta vez eran dos. La amistad uruguaya, las canciones de Jaime, las murgas, los candombes. Algunas melodías de Charly también. La terraza y el vino mata frio intenso.
Otra vez a tejer en la lancha, coser agujeros. Vuelta Copacabana. El reencuentro con Nahuel, cafesito y la vuelta a La Paz. Unas fotos desde el bondi que viajaron como postal a Buenos Aires.
La Paz, magica, Javi Y Diejo y su amistad desde Chile, los brasileros y el japones. Noches de acá para allá. Viernes fiesta reggae. Martin, Juli, Javi, Diego y la tropa brasilera. Los tambores de Coroico en la noche paceña. El bajon (hamburguesita) de madrugada en las calles de la paz.
La despedida de Checha en la terminal, su sonrisa desde el ultimo asiento del bondi.
Coroico, humedad, selva y montaña. Nubes bajas, estrellas, mariposas gigantes. El mirador y los mates. La guitarra, mi primer canción del viaje. Bruno y Ceci de Rosario, las cascadas y el jugo de los nisperos caminando la ruta. La noche en la plaza entre amigos, la amistad desde Salvador de Bahía y sus hermosas canciones del brazil, su pandeiro que suena a murga completa.
La paz, escala Tiwanaku. El reencuentro con Lucas en Villa Fatima, su amistad. El bondi hasta el cementerio escuchando "garganta con arena" desde la radio.
La llegada a Tiwanaku, la caminata desde la ruta, el problema de donde pasar la noche, los chicos del camping y su amistad. La oferta de lugar en sus carpas. El mochilero fue el lugar donde nos recibieron, donde por fin con Tata pudimos bajar las mochilas. El singani con Nati, Maxi y Santiago, las canciones de Hermetica. Maxi y los secretos que me enseño sobre los hilos. La guitarreada hasta la plaza, los milicos aplaudiendo nuestra versión de "Gente que no". La entrevista para la tele, los 5 borrachos (Maxi, Nati, Santiago, Tata y yo) y su canción para la TV boliviana. Desayuno: Sandwich de huevo frito y tomate.
El fogon en el camping, el decano de la universidad de Cordoba compartiendo ron y conocimientos. La Chajana, constelación que rige a la cultura Aymara.
La posesión de Evo, el cariño por la tierra, la solidaridad de la gente y sus hermosas ropas de colores, los bailes, los tambores, los pututus y quenas. Las Wiphalas flameando, los pueblos originarios de todo el mundo, las lagrimas en los ojos.
El robo de la billetera del Tata. La vuelta a La Paz con Maxi, Nati y Tata, el carretero a buscar humo y el mirador de noche, la Paz y sus cerros estrellados. Las piezas en la calle Max Paredes.
Tata y su vuelta a Buenos Aires, mi travesia hasta la Higuera.
La noche camino a Cochabamba, la mañana lluviosa y tener que salir a Santa Cruz, ciudad hostil, grande y chata. El Chaparé, Chimoré y sus chicos envueltos en moscas, el calor insoportable. La explosión en el micro, la rueda desbaratada.
Huir de Santa Cruz, correr el ultimo colectivo a Valle Grande ya en marcha. Dos paquetes de galletitas a la tarde, una hamburguesita de noche en Samaipata. Valle Grande 2 a.m. Solo queria una cama despues de 25 horas de colectivos.
La mañana violenta, temprana, averiguar dos o tres cosas y salir a buscar un camión. El viaje hasta la Higuera rodeado de su gente, de bolsones con mercaderia, de bidones de nafta y bolsas de arpillera. Algún colchón también. Los recuerdos del Ché. La parada en Pucará para cargar 600 eucaliptos en un vivero. Bajar 200 cerca de la entrada a la Quebrada del Churo. Las montañas, la ruta de tierra, el camión a los saltos, las nubes sobre las montañas mas lejanas que traen lluvia. La gelatina que me regalo una señora que durmió de los brazos del comandante argentino-cubano. La Higuera desde arriba y desde abajo. El pañuelo de las madres, el angel de la bicicleta, la esperanza en las paredes. Oscar y su familia, la tristemente celebre escuelita, mi intento fallido de llegar a la quebrada del Churo, la noche que llegó despacio mientras cantabamos en la calle. Un aleman en moto y yo, unicos dos forasteros.
Noche tranquila, sueño liviano.
El desayuno con Doña Irma y sus historias sobre los tiempos de revolución fallida. Oscar, mi guía hasta la quebrada, abriendo camino a machete en el mismo lugar donde la guerrilla pierde su primer batalla. La quebrada, un par de higos frescos de los arboles para encarar la subida. Selva, monte denso. La despedida de la gente de la Higuera, me guardo todo su cariño.
Un auto a la distancia, los italianos que me dejan viajar en su taxi hasta Valle Grande. El pueblo y su aniversariom el vino y la musica en las calles. La lavandería en el hospital y el reencuentro con los ojos duros del Ché en ese mismo lugar hace 41 años. Mi firma en la pared y los micros. Valle Grande a Cochabamba y mi vuelta a La Paz. La lluvia y otra vez al cementerio para viajar a Sorata. Que merece un capitulo aparte.

La Paz, Bolivia .-

lunes, 18 de enero de 2010

DESDE EL MIRADOR

Luna fina de Coroico
hoy te vengo a enamorar
a ver si estoy entre nubes en la selva trópical
a ver si encuentro correo que te quiero saludar

Luna fina de Coroico
hoy me vuelvo por acá
que me encuentro acá en las yungas si me quieres visitar

Y hoy me cuesta organizar lo que me pasa
me parece que esta vez la ruta
me eligio Coroico como casa

Luna fina de Coroico
hoy que extraño vuelvo acá
pienso en la gente que quiero
que me piensa desde allá

Coroico, Bolivia -

viernes, 8 de enero de 2010

UN PO' DE TO'

Pasaron ocho días de este nuevo año y nos encontramos en Copacabana, ciudad orillera del Titicaca. La emoción es fuerte, volver a ver un lago significa mucho, se ve que somos gente de agua y verlo asomarse al costado de la ruta nos provocó una alegría inmensa. Queda algo atrás el terreno árido y marrón y ahora explotan los azules y verdes.
Para llegar a Copa tuvimos que dejar Purmamarca, Tilcara, Humahuca, La Quiaca, Villazón, Uyuni, La Paz. Lugares, todos, donde por una razón u otra nuestras vidas cambiaron un poco.

Purmamarca y la sorpresa al darse cuenta de que la memoria es algo invaluable y que la mente de un chico es capaz de guardar quinientas imagenes; llegar y ver el ya trilladísimo Cerro de los siete colores me devolvió el reflejo de Checha a los 5 años, mirando desorbitada esa paleta gigante y extraterrestre. Purmamarca: el mejor queso de cabra por 5 pesos.

Humahuaca, el pueblo que creció sin que nos diéramos cuenta, el empedrado matador, los albañiles que no paran de construir y la primera correspondencia de Guido para Anita, su hermana. Humahuaca: el mate de palo santo que duró dos días.

Tilcara, la casa, la familia, la sonrisa pegada en la cara todas las mañanas. La noche, la salta negra, los amigos que cargaremos en la mochila de ahora en más, para siempre. Ale y Diana, nuestros anfitriones; Nacho mi nuevo bluesman preferido y amigo; las pibas de Guido (como yo les digo con cariño) Fafa, Mili y Rochi, unas copadas; Juan Pablo, "El guía", la voz más grave y hermosa qye haya escuchado; los uruguayos, los platences, el gato alien, las danesas aliens; y Tato, el rayo, mi sonrisa interna. Tilcara: el amor.

La Quiaca, la transición, el paso. Frontera, y calor, y desorden, y concer al cordobéz, a la catamarqueña y a la rosarina; Argentina unita al borde de Bolivia. La Quiaca: nadie sabe por qué se declara una cámara.

Villazón, el otro lado, el otro caos, el otro desorden, la otra sed. La sed verdadera, flaco, y ni un boliviano en el bolsillo. La espera. La búsqueda complicada de boletos a Uyuni. Villazón: el pollo con arroz, y ensalada, y fideos, y papas fritas.

Uyuni, llegamos vivos, con alegría y con un asombro particular. La ruta de diez horas, de 200 kilómetros con paisajes de otro planeta, con piedras colosales, montañas, valles, ponchos, horizontes demasiado lejanos, baches, TODOS los baches... qué baches si no hay asfalto, diez horas de ripio, con el temblor incorporado al cuerpo, con la tierra, el frío, y la nostalgia más grande que sentí hasta el momento. Salar de la puta madre (no hay otra cosa para decir), pueblo fantasmagórico de noche y el reencuentro con René, los uruguayos, las danesas. Uyuni: el bar al paso donde escuchábamos a toda hora a zeppelin, sumo, los redondos, los doors, peter tosh, manu chao, gilberto gil (gilberto gil!).

La Paz, la ciudad caótica, las bocinas, los choques, los 20 puestos de comida por cuadra. La desesperación y la locura al llegar, el desorden total, masivo; el malhumor establecido. Ciudad, ¿quién quiere una ciudad? Hasta que me amigué, y la descubrí, y la quise. La Paz es linda, te come, pero gusta. Mercados, comida, buses, los colectivos más lindos del mundo (me atrevo a decirlo), la panzada más grande de cables que me di en la vida, no se puede creer la cantidad de ellos que hay colgando por todos lados, impresionante. La plaza, las nenas dándole de comer a la palomas. Los policías armados hasta los dientes pero de lo más amables. Las empanadas de queso, el colombiano de Jaén, los uruguayos otra vez, el milkshake de Dogui, el humo. La Paz: El caos.

Copacabana, acá estoy. Son las diez de la mañana, Guido duerme. Estoy hace rato, internet es fuckin caro. Me voy por unos mates. Copacabana: el reencuentro del Burrito en Bolivia de la mano de un Flor de Caña.

Copacabana, Bolivia.-

lunes, 28 de diciembre de 2009

LOS NIÑOS

A los chicos no les importa la plata ni lo que llevan puesto, son simples, a veces transparentes de tanta inocencia. No importa de donde son, ni de donde vienen, ellos juegan.
Todos los chicos saludan al tren, con la cabeza afuera desde algún coche en un paso a nivel de Pacheco o desde los ranchos de chapa en Rosario. Desde una calle cualquiera en Santiago del Estero una madre señala el tren con su chico en brazos, los dos saludan, y se rien.
En la plaza de Tilcara juegan a las escondidas, se esconden entre los artesanos, atras de la cara de piedra de un dudoso procer. En el puente de hierro y madera camino al Pukara dos hermanitos cantan coplas por unas monedas, cuando no estan cantando, juegan.
Que locura la simpleza cantaba Edelmiro. Y si que es una locura. Eso vine a buscar, simpleza. Y no me lo enseñaron en la escuela ni lo vi por la tele, lo aprendí de los chicos.

Tilcara, Jujuy, Argentina

miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA DESPEDIDA

Y sí, se fue el año. En marzo, cuando concretamos la partida, parecía que teníamos un mundo por delante: mil días para esperar, y aburrirse, y juntar plata, y planificar, y leer, y mapas, y cuadernos, y autos, jets, aviones, barcos. La vida de un viejo de ochenta años nos separaba de este momento.
Ya está, hoy es viernes 25 de navidad, son las 8.40 de la mañana, mi vieja está en la cocina haciéndome un mate, las mochilas esperando y el tren que parte en dos horas. Alegría.
A los viejos, que nos esperen con paciencia, si se puede, pero sobre todo con felicidad.
A los amigos, que escriban (¡no cuelguen!), que levanten copas en nuestro nombre y que nos visite el que pueda!
Llegó mi último mate en casa.

Video que nos regaló la Pitu. Sábado 19 de diciembre. Fiesta de despedida.

Y, Ah!, sigan el blog que intentaremos actualizarlo lo más que podamos. ¡Gracias a todos por todo!

Beccar, Buenos Aires, Argentina.-

lunes, 7 de diciembre de 2009

NUEVA LÍNEA


Vamos que nos vamos.
Beccar, Buenos Aires, Argentina.-

domingo, 6 de diciembre de 2009

LA LANA MACABRA


Con las palabras frescas del uruguayo Felisberto Hernández.
Tardecita de lana y anilinas, nuevas materias para la empresa.

Beccar City, Buenos Aires, Argentina

lunes, 30 de noviembre de 2009

SEÑORITA ZAPADA




Otro martes, entre tacos y tequilas, Javi se organizó sobre la mesa, afiló sus marcadores y llenó de vida a la hermana de Pacífica Sunrise.
Señorita Zapada, mi pequeña guitarra, solo espera ser laqueada para salir pancha por el continente.

Abajo, un lindo video que hizo una mujer enamorada. Yo no se lo dedico a ningún "pablo", pobres ellos. Canción de Pescado Rabioso que le da nombre a mis cuerdas.

Barrio de Belgrano, Buenos Aires, Argentina.-

viernes, 30 de octubre de 2009

ACOPIANDO




ANILLOS-PRENDEDORES-HEBILLAS-MARCADORES DE LIBRO-VINCHAS-COLLARES
Desde casa, todavía, creando y fabricando la futura fuente de techo y comida.

Beccar, Buenos Aires, Argentina.-

miércoles, 28 de octubre de 2009

EN LA BILLETERA

29 de septiembre, cerca de las dormidas ocho de la mañana.

En la oficina de Ferrocentral de la Estación Retiro, Lucas San Remo (Román en realidad, pero así...) nos vende nuestro boloteo de tren a Tucumán para esta navidad.

Retiro, Buenos Aires, Argentina.-

PACÍFICA SUNRISE





Hace unos meses, nacía la idea de la transformación de la guitarra de Guido.
Los martes, el día.
Lo de Javi, la morada perfecta.
Cocina y música por decantación.
Después de varias jornadas, Pacífica Sunrise suena entre nosotros lista para salir a la ruta el 25 de diciembre.

Los que formamos parte, de una u otra manera, del club de los martes: Javi, Chuky, Guido, Checha, Maxi Chandia, Maxi, Garky, Meli, Cele, Vivi, Franco, Martín, Calixto y el santo Pampero...

Saavedra, Buenos Aires, Argentina.-